sábado, noviembre 01, 2008

Señor, si yo te olvido, no te olvides tú de mí.

Señor, ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras por ganarme el aplauso de los débiles.
Si me das fortuna, no me quites la felicidad; si me das fuerza, no me quites la razón; si me das éxito, no me quites la humildad; y si me das humildad, no me quites la dignidad.
Ayúdame a ver el otro lado de la medalla.
No me dejes inculpar de traición a mis amigos, por tener distinta opinión.
Enséñame a querer a la gente, como me quiero a mi mismo y a juzgarme a mi mismo, como juzgo a los demás.
No me dejes caer en orgullo si triunfaré, ni en la desesperación si fracasaré; más recuérdame que el fracaso es la experiencia que procede al triunfo.
Enséñame que perdonar es lo más grande del fuerte y que el amor a la venganza es la primera señal de debilidad.
Si me quitas la fortuna, déjame la esperanza. Si me quitas el éxito, déjame la fuerza para triunfar en el fracaso.
Si yo faltara a la gente, dame el valor para disculparme, y si la gente me faltara, dame el valor para perdonar.
SEÑOR, SI YO TE OLVIDO, NO TE OLVIDES TU DE MI.
Anónimo.

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