lunes, octubre 27, 2008

El tío Sata o lo real maravilloso

No es rara la sensación de que en países como el Perú casi todo es posible. No en vano por estos lares surgió en la literatura el realismo mágico. En el Perú siempre suceden cosas que ameritan asombro y meditación. Pero hoy día quiero hablar de personas; en realidad de una persona. Se trata del tío Saturno o tío Sata, como lo conocemos en casa.

Tengo la certeza de que en muchos hogares peruanos hay un real y maravilloso personaje como don Saturno Costa Guerra. De origen shipibo, según cuentan; él dice que no se acuerda de nada. Adoptado a los seis años por mis abuelos, originarios y habitantes de Iquitos. Debe ser algo parecido a los ahijados o ahijadas que tanto abundaban (¿abundan?) en muchas casas, también en la costa y la sierra. Se apellida Costa como mi abuelo, pero el segundo apellido no era el mismo que el de los hijos propios. Era de la familia pero no era igual, tampoco en los nombres. Era un hijo pero también un empleado doméstico, que atendía a todos, que dormía en un cuarto como ellos ("adentro"), pero no almorzaba en la mesa del comedor sino en la cocina.

Fue al colegio, pero nunca pudo terminarlo.Quiso tener una vida privada pero nunca la tuvo. Tuvo aventuras pero nunca una compañera. Es esa extraña mezcla entre hijo y siervo (servidumbre) tan común en una sociedad estamental, clasista y racista. ¿Herencia colonial? ¿Pobreza? Y no que mis abuelos no fueran grandes personas en muchos sentidos; pero en esta historia fueron típicos del Perú, de Iquitos y luego migrantes en Lima, a donde por supuesto trajeron al tío Sata, seguramente sin consultarle.

Es una persona que sólo vivió para cuidar, atender y engreír a los demás. Cuidó de mis abuelos, hasta el final; luego acompañó a mis padres. A mí me enseñó cómo jugar con un gato y cómo cuidar a los perros. A comer tacacho con cecina y aguajes con azúcar. Cocona con sal y pijuayos sancochados. Confieso que los huevos de charapa nunca me gustaron, pero la chonta fresca siempre sabe a recuerdos y a selva. Y me regaló mi primer afiche de Teófilo Cubillas; hincha del Alianza, como se debe.

Todos los días a la panadería, nada como el pan fresco. Todos los días al mercado, detestaba no poder tocar lo que compraba. Enemigo de los supermercados, lo ponían nervioso, no conocía a nadie, no tenía caseritas. A mis hijos, cuando visitaban a los abuelos, y ellos ya son la cuarta generación, les enseñó a tomar sopa o a odiar la sopa. Así fue y es; siempre respetuoso de la individualidad de cada quien. Y desarrolló muy claramente la suya, por ejemplo en sus opciones políticas al votar. Mejor no cuento por quién ni qué diarios lee….

Haber vivido la experiencia de contar en la vida con un tío Sata ha sido un regalo para nosotros, pero sabemos también que es fruto del egoísmo de una cierta mentalidad, de una sociedad, de una cultura. Es un privilegio haberlo disfrutado, pero creo que son de esas historias que no deben repetirse. El psicoanálisis y también la filosofía nos enseñan eso que se llama la ambigüedad de los sentimientos. Todo el mundo debería conocer la incondicionalidad y la gratuidad de un afecto como el suyo, una maravilla; pero nadie debería ser un hijo y sentirse realmente un siervo al mismo tiempo. Tuvieron felizmente el buen tino de pagarle un seguro social y una jubilación. Su vejez ha transcurrido en casa, rodeado de su familia.

Me permito compartir hoy esta experiencia tan personal, porque creo que es una historia común en muchos hogares peruanos. Su vida, y espero que aún dure largo tiempo, es una lección de vida. Las nuestras han sido mejores porque lo tuvimos a él.

Sin embargo, hoy está luchando contra una extraña enfermedad. Ha sido feliz, ciertamente; pero ahora que pienso en su presencia y en su ausencia me queda la duda de si realmente tuvo la posibilidad de elegir el tipo de vida que quería vivir y de optar por las capacidades que hubiera querido desarrollar. Eso que se llama libertad. Y es una duda que duele, aunque los protagonistas de la historia sean otros.

Por: Pepi Patrón
Opiniones - El Domingo - La República
21/09/08

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